La magia de creer para ver

lunes, 18 de mayo de 2015

El árbol inútil

Shih, el carpintero, se dirigía hacia el reino de Chi cuando llegó a Chu Yuan y descubrió un roble que servía de lugar de reunión de la población. El árbol se erguía sobre un montículo próximo a la población, sus ramas más bajas -algunas de las cuales eran tan grandes como para poder construir con ellas varias embarcaciones- se hallaban a unos veinte metros de altura, tenía más de veinte metros de diámetro y su copa era tan grande como para dar sombra a un centenar de bueyes. La mu chedumbre se congregaba alrededor del árbol como lo hace en la plaza de un mercado. Nuestro carpintero, sin embargo, ni siquiera lo miró cuando pasó por su lado. Su aprendiz, sin embargo, no cesaba de mirarlo y se dirigió a su maestro, Shih, diciéndole: «Maestro, desde que soy tu alumno jamás había visto un árbol tan hermoso como éste. Pero tú, sin embargo, has pasado a su lado sin echarle siquiera un vistazo». Shih, el carpintero, replicó: «¡Atiende! Ese árbol es inútil. Si hiciera una barca se hundiría; si construyera ataúdes se pudrirían; si lo aprovechara para hacer herramientas se romperían de inmediato; si hiciera una puerta rezumaría resina; si hiciera vigas las termitas acabarían pronto con ellas. Es una madera inútil que no sirve para nada. Por eso ha podido vivir tanto». Cuando el carpintero Shih retornó a su casa el roble sagra do se le apareció en sueños y le dijo: «¿Con qué me comparas? ¿Me comparas acaso con árboles útiles como los cerezos, los perales, los naranjos, los limoneros, los pomelos y los demás árboles frutales? A ellos se les maltrata cuando la fruta está ma dura, se les quiebran las ramas grandes y las pequeñas quedan maltrechas. Su misma utilidad es la que les amarga la vida. Por eso llaman la atención de la gente vulgar y son talados antes de alcanzar la vejez. Así sucede con todo. Hace mucho tiempo que intento ser inútil y, aún así, en diversas ocasiones casi han conseguido destruirme. Al final, sin embargo, he llegado a ser completamente inútil, lo cual me resulta muy provechoso. ¿Crees que si hubiera servido para algo me hubieran permitido llegar a cre cer tanto? Además, tanto tú como yo somos cosas y ¿cómo puede una cosa juzgar a otra? ¿Qué puede saber un hombre inútil y mortal como tú sobre un árbol inútil?» Shih, el carpintero, despertó y trató de comprender su sueño. Entonces su aprendiz le preguntó: «Si quería ser inútil ¿por qué sirve de santuario a la población?» Shih, el carpintero, respondió: «¡Calla! Su única intención era no ser dañado por aquéllos que ignoran su inutilidad. Si no se hubiera convertido en un árbol sagrado probablemente hubieran terminado talándolo, por ello se ha protegido de un modo diferente a cómo suelen hacerlo el resto de las cosas. Por tanto, cometeríamos un grave error si juzgáramos a este árbol con criterios ordinarios».

Chuang Tzu 
"Estaba enojado con mi amigo, Le expresé mi rabia y ésta terminó. Estaba enojado con mi enemigo, No se lo dije y mi rabia fue en aumento. Noche y día la regué Con las lágrimas de mi miedo Y la expuse al sol de mis sonrisas; Y con sutiles y engañosas artimañas Siguió creciendo día y noche Hasta que brotó una brillante manzana Y mi enemigo percibió su resplandor. Y supo que era mía Y entró furtivamente en mi jardín cuando la noche oscurecía el orbe. A la mañana siguiente, triste, descubrí a mi enemigo, tendido, bajo el árbol."

William Blake

lunes, 11 de mayo de 2015

La tristeza y la furia

En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta...
En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas.
Había una vez... un estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente...
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.
Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre esta la furia), urgida -sin saber por qué- se baño rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua...
Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró...
Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...
Y así vestida de tristeza, la furia se fue.
Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.
En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.
Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.

Desconozco autor

jueves, 7 de mayo de 2015

Hacer café

Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y de cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía como hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.
Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre el fuego. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir. Sin decir palabra. 
La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente.


Mirando a su hija le dijo: "Querida, ¿Qué ves?"; "Zanahorias, huevos y café" fue su respuesta. La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias, ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.

Humildemente la hija preguntó: - "¿Qué significa esto, padre?" Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente. La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había puesto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los granos de café, sin embargo eran únicos: después de estar en agua hirviendo, habían cambiado el agua. "¿Cuál eres tú, hija?, Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿Cómo respondes?", le preguntó a su hija.

¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable, poseías un espíritu fluido, pero después de una pérdida, una crisis, o un problema te has vuelto duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero ¿Eres amargada y áspera, con un espíritu y un corazón endurecido? ¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviendo, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor.

Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor tú reaccionas en forma positiva, sin dejarte vencer y haces que las cosas a tu alrededor mejoren, que ante la adversidad exista siempre una luz que ilumina tu camino y el de la gente que te rodea. Esparces con tu fuerza y positivismo el "dulce aroma del café".

¿Y tú?, ¿Cuál de los tres eres?


Desconozco el autor