La magia de creer para ver

jueves, 30 de abril de 2015

Cuando pongo todas mis fuerzas

El joven Tanit fue a ver al sabio del pueblo y le preguntó:

- Señor, ¿qué debo hacer para conseguir lo que yo quiero?

El sabio no contestó. Tanit se marchó después de repetir su pregunta varias veces con el mismo resultado.

Volvió al día siguiente con la misma pregunta. De nuevo no obtuvo ninguna respuesta por lo que volvió por tercera vez y repitió su pregunta:

- ¿Qué debo hacer para conseguir lo que yo quiero?

El sabio le miró y dijo:

- Ven conmigo

Y se dirigieron a un río cercano. Entró en el agua llevando al joven de la mano y cuando alcanzaron cierta profundidad el sabio se apoyó en los hombros del joven y lo sumergió en el agua. Pese a los esfuerzos del joven por liberarse, allí lo mantuvo el sabio un largo rato. Al fin lo soltó y Tanit pudo recuperar su aliento.

Entonces el sabio le preguntó:

- Cuando estabas bajo el agua, ¿qué era lo que más deseabas?

Sin vacilar Tanit contestó:

- Aire, quería aire.

- ¿No hubieras preferido mejor riquezas, comodidad, placeres, poder o amor?

– No, señor, deseaba aire, necesitaba aire y solo aire – fue su inmediata respuesta.

- Entonces – contestó el sabio -, para conseguir lo que tú quieres debes quererlo con la misma intensidad que querías el aire, debes luchar por ello y excluir todo lo demás.

- Debe ser tu única aspiración día y noche.

- Si tienes ese fervor, conseguirás sin duda lo que quieres.

Maestro: con el esfuerzo, la insistencia y centrando tu energía en una única cosa conseguirás todo lo que te propones.


Autor desconocido

lunes, 27 de abril de 2015

Soltar los fracasos - Soltar los éxitos

Una vez un rey citó a todos los sabios de la corte, y les informó:

- "He mandado hacer un precioso anillo con un diamante, con uno de los mejores orfebres de la zona. Quiero guardar, oculto dentro del anillo, algunas palabras que puedan ayudarme en los momentos difíciles. Un mensaje al que yo pueda acudir en momentos de desesperación total. Me gustaría que ese mensaje ayude en el futuro a mis herederos y a los hijos de mis herederos. Tiene que ser pequeño, de tal forma que quepa debajo del diamante de mi anillo".

Todos aquellos que escucharon los deseos del rey, eran grandes sabios, eruditos que podían haber escrito grandes tratados… pero ¿pensar un mensaje que contuviera dos o tres palabras y que cupiera debajo de un diamante de un anillo? Muy difícil. Igualmente pensaron, y buscaron en sus libros de filosofía por muchas horas, sin encontrar nada en que ajustara a los deseos del poderoso rey.

El rey tenía muy próximo a él, un sirviente muy querido. Este hombre, que había sido también sirviente de su padre, y había cuidado de él cuando su madre había muerto, era tratado como la familia y gozaba del respeto de todos.

El rey, por esos motivos, también lo consultó. Y éste le dijo:

- “No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje”

- "¿Como lo sabes preguntó el rey”?

- “Durante mi larga vida en Palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una oportunidad me encontré con un maestro. Era un invitado de tu padre, y yo estuve a su servicio. Cuando nos dejó, yo lo acompañe hasta la puerta para despedirlo y como gesto de agradecimiento me dio este mensaje”.

En ese momento el anciano escribió en un diminuto papel el mencionado mensaje. Lo dobló y se lo entregó al rey.

- “Pero no lo leas", dijo. "Mantenlo guardado en el anillo. Ábrelo sólo cuando no encuentres salida en una situación”.

Ese momento no tardó en llegar, el país fue invadido y su reino se vio amenazado.

Estaba huyendo a caballo para salvar su vida, mientras sus enemigos lo perseguían. Estaba solo, y los perseguidores eran numerosos. En un momento, llegó a un lugar donde el camino se acababa, y frente a él había un precipicio y un profundo valle.

Caer por el, sería fatal. No podía volver atrás, porque el enemigo le cerraba el camino. Podía escuchar el trote de los caballos, las voces, la proximidad del enemigo.

Fue entonces cuando recordó lo del anillo. Sacó el papel, lo abrió y allí encontró un pequeño mensaje muy valioso para el momento...

Simplemente decía “ESTO TAMBIÉN PASARÁ”.

En ese momento fue consciente que se cernía sobre él, un gran silencio.

Los enemigos que lo perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino. Pero lo cierto es que lo rodeó un inmenso silencio. Ya no se sentía el trotar de los caballos.

El rey se sintió profundamente agradecido al sirviente y al maestro desconocido. Esas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a guardarlo en el anillo, reunió nuevamente su ejército y reconquistó su reinado.

Ese día en que estaba victorioso, en la ciudad hubo una gran celebración con música y baile… y el rey se sentía muy orgulloso de sí mismo.

En ese momento, nuevamente el anciano estaba a su lado y le dijo:

- “Apreciado rey, ha llegado el momento de que leas nuevamente el mensaje del anillo”

- “¿Qué quieres decir?”, preguntó el rey. “Ahora estoy viviendo una situación de euforia, las personas celebran mi retorno, hemos vencido al enemigo”.

- “Escucha”, dijo el anciano. “Este mensaje no es solamente para situaciones desesperadas, también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando te sientes derrotado, también lo es para cuando te sientas victorioso. No es sólo para cuando eres el último, sino también para cuando eres el primero”.

El rey abrió el anillo y leyó el mensaje... “ESTO TAMBIÉN PASARÁ”

Y, nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba. Pero el orgullo, el ego había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Lo malo era tan transitorio como lo bueno.

Entonces el anciano le dijo:

- “Recuerda que todo pasa. Ningún acontecimiento ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche; hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas de este mundo.”


Cuento sufí

domingo, 19 de abril de 2015

Sobre la felicidad

"Nos convencemos a nosotros mismos de que la vida será mejor después de casarnos, después de tener un hijo y entonces después de tener otro. Entonces nos sentimos frustrados porque los hijos no son lo suficientemente grandes y que seremos más felices cuando lo sean. Después de eso nos frustramos porque son adolescentes (difíciles de tratar). Ciertamente seremos más felices cuando salgan de esta etapa. Nos decimos que nuestra vida estará completa cuando a nuestro esposo (a) le vaya mejor, cuando tengamos un mejor carro o una mejor casa, cuando nos podamos ir de vacaciones, cuando estemos retirados.”

“La verdad es que no hay mejor momento para ser felices que ahora. Si no es ahora, ¿cuándo? Tu vida estará siempre llena de retos. Es mejor admitirlo y decidir ser felices de todas formas. Una de mis frases: “Por largo tiempo me parecía que la vida estaba a punto de comenzar. La vida de verdad. Pero siempre había algún obstáculo en el camino, algo que resolver primero, algún asunto sin terminar, tiempo por pasar, una deuda que pagar. Sólo entonces la vida comenzaría. Hasta que me di cuenta que esos obstáculos eran mi vida”. Esta perspectiva me ha ayudado a ver que no hay un camino a la felicidad.”

“La felicidad “es” el camino; así que atesora cada momento que tienes y atesóralo más cuando lo compartiste con alguien especial, lo suficientemente especial para compartir tu tiempo y recuerda que el tiempo no espera por nadie... así que deja de esperar hasta que bajes cinco kilos, hasta que te cases, hasta que te divorcies, hasta el viernes por la noche, hasta el domingo por la mañana, hasta la primavera, el verano, el otoño o el invierno o hasta que te mueras, para decidir que no hay mejor momento que éste para ser feliz... la felicidad es un trayecto, no un destino.”

Eduardo Galeano

lunes, 13 de abril de 2015

"No me interesa"

No me interesa lo que haces para ganarte la vida. Quiero saber lo que ansías, y si te atreves a soñar en satisfacer el deseo de tu corazón.

No me interesa tu edad. Quiero saber si te arriesgarías a parecer un tonto por amor, por tus sueños, por la aventura de estar vivo.

No me interesa cuáles planetas están en armonía con tu luna. Quiero saber si has tocado el centro de tu tristeza, si las traiciones de la vida te han abierto, o si te has marchitado y cerrado por el miedo al dolor futuro.

Quiero saber si puedes sentarte con el dolor, el mío o el tuyo, sin intentar esconderlo, desvanecerlo o arreglarlo.

Quiero saber si puedes estar con la alegría, la mía o la tuya, si puedes bailar con locura y permitir que el éxtasis te llene hasta la punta de los dedos, sin advertirnos que seamos cuidadosos, que seamos realistas, o que recordemos las limitaciones de los seres humanos.

No me interesa si la historia que me cuentas es verdadera. Quiero saber si decepcionarías a otros para serte fiel a ti mismo, si puedes soportar la acusación sin traicionar a tu propia alma.

Quiero saber si puedes ser fiel, y por lo tanto ser confiable. Quiero saber si puedes ver la belleza, aún cuando no sea bella todos los días, y si puedes originar tu vida desde su presencia.

Quiero saber si puedes vivir con el fracaso, el tuyo o el mío, y no obstante pararte a la orilla del lago y gritarle a la luna "¡Sí!"

No me interesa saber en dónde vives o cuánto dinero tienes. Quiero saber si puedes levantarte después de una noche de pesar y desesperación, cansado y golpeado hasta los huesos, y hacer lo que se tiene que hacer por los niños.

No me interesa quién eres o cómo llegaste a estar aquí. Quiero saber si te pararás en el centro del fuego conmigo sin rehuir.

No me interesa en dónde o qué o con quién has estudiado. Quiero saber qué es lo que te sustenta desde adentro cuando todo lo demás desaparece. Quiero saber si puedes estar solo contigo mismo, y si verdaderamente te agrada la compañía que buscas en los momentos vacíos.


Oriah Mountain

Saetas afroboricuas

1. Saeta

el amo camina con aire vacilante

alrededor de ambas esclavas

omele, ravanne, sabar, sikulú

todos los tambores se encienden

no quiero este ruido

quiero el sonido de los míos

se deshace de las botas

una por una

detiene su andar en las sombras de las paredes

desamarra la bombacha de los listones del cuello

da vueltas alrededor de la habitación

iluminada por las velas



toca como tamboras

los abundantes senos de Tshanwe

ella baja el rostro

le llama Teresa

el cabello prieto

ensortijado

no le cae sobre la cara a Tshanwe

la blusa que el amo levanta

no está hecha de hilos importados

carnes firmes y joviales

al ras de esta piel oscura

el amo desprende la falda manchada de barro

con una mano

le abre las piernas

le vuelve a llamar Teresa

palpa su pubis

lo estudia con ávidos ojos

sus dedos se enredan con él

empuja a la negra hasta el lecho

pero antes retira el mosquitero

entra y sale de ella; entra y sale.



omele, ravanne, sabar, sikulu

otra esclava,Jwaabi

se ha quedado de pie

en mitad del aposento

las manos entrelazadas a la espalda

espera sin pudor su turno




2. arrancada
negra cara negra

esa noche en el pedazo de espacio forrado de tierra

que hace las veces de cama

la esclava juega con la idea de regresar

recuerda escaramuzas fronterizas

Loango al norte

Ndongo al sur

los reinos de Mbangala al interior

las niñas congoleñas llevan el vestido naranja

producen granos que se convierten en juguetes

volver alguna vez

no parir en el Caribe

en esta isla de pieles blancuzcas

donde ahogar al recién nacido

y envenenarlo para evitar sus cadenas

es lo que hay que hacer



volver alguna vez

alguna vez a los suyos

verlos envejecer entre los sabios y sus magias

tocarles el rostro tatuado

con los colores de las plantas

al otro lado del desierto

el Namib y sus dunas de arena

tantas veces sirvieron de escondite

a ella y a sus parientes con los juegos de aldea

recordar los sonidos de chasquido

peculiares de su idioma

celebrar la llegada de bebés pequeños

con golosinas fruto de las palmeras

no parir en el Caribe

en esta isla de pieles blancuzcas

de idiomas enemigos

ver pujar a los elefantes

ver parirse criaturas

que de seguro

no serán atrapadas como ella

volver alguna vez




3. alcanzó la punta de su nuevo amuleto
lo acarició con la yema de uno de sus dedos

emitió un silbido

fundido entre la noche y el ruido de las ranas

si alguien contestara el silbido

si tan solo alguien lo hiciera…

remembranzas de cuando niña

escuchaba la señal de las mujeres de Namaqua anuncios de eventos de guerra

pinturas debajo de los ojos

sobre la nariz

pasta hecha de especias

en tonos que conmemoran el amanecer

el amarre a sus espaldas

la lanza de combate

las cazadoras amarillas

sus flechas envenenadas

mujeres que desconocen el temor

presas de criaturas más claras de piel

secuestradas en barcazas

encadenadas

sortilegios y encantamientos

detonar la carne




4. abrió y cerró los ojos

intentó convocar espíritus protectores

escuchó las voces

“eres como un perro”

“la sangre de los negros no es igual”

desconoce los significados

se mueve hacia el frente

intenta correr lastimada

apenas lo esquiva

pero la flecha partida le raya la cara

“¡sangra de verdad!”.

no se detienen

continúan espetando los filos

entran y salen sin compasión

los senos, el cuello, el abdomen de la esclava

marcas de rayas como tatuajes

hacen correr el líquido cálido

le hacen caer de rodillas debilitada

descarta,

— como posible repercusión de su defensa—

las ideas del calabozo, el cadalso

la viga del cepo en donde se aprisionan manos y pies

la soga estirándole el cuello y las extremidades

por uno de los caballos del amo

su primer acto de defensa

para que la dejen en paz

Tshanwe esgrime el puntiagudo objeto

la parte metálica de la saeta

termina incrustándose en el dedo corazón de él

comienzan los alaridos

lluvia de puños y patadas

su rostro es abusado

el inicio de la

golpes en el torso

“Valen caro los esclavos”

“es mi propiedad”

golpes a la espalda

posición fetal

sobre el piso que la protege

de algunas fracturas

dislocación de hombros

caderas que hincan

Tshanwe pierde la noción




5. ágil como gacela
libre sobre la estepa del imponente paisaje rocoso

su tierra

así corre

así escapa

se embadurna de pinturas bélicas

que anuncian tempestad de dardos y pértigas

salta por encima de la extensión de piedra arenisca

más allá de las huellas de dinosaurio

grabadas en su superficie

desfila en un letargo

por el bosque selvático

habitat del petrificado enemigo

chasquidos de lengua

y una orden de ejecución en masa

silbidos que contestan silbidos

se prohíbe expirar

se prohíbe fenecer

la voluntad de sus ancestros

y su temple la dirigen de vuelta por el túnel

No fallezcas odalisca

No perezcas gladiadora

el tiempo de las edades pasadas te reclama

el transcurso de los siglos demanda tu existencia Millares de cebras, antílopes y núes,

miríadas de elefantes, leones y jirafas

marcan el carnaval de las heridas

lamiendo la carne descompuesta

luego de la batalla

los ríos se han convertido en arena

las corrientes de agua

no son más que hoyos fangosos infectados

cabezas de ganado vacuno, cabras, ovejas y camellos se han rendido y caído

para morir sobre la tierra reseca y quebrada

que ya no acoge a los pechos amamantando

Ahora esa tierra tiene sobreabundancia de escasez

sus hijas le han sido arrebatadas




6. las gotas reaniman los párpados
y un chamán invisible la hace despertar

Namaqua y sus mujeres guerreras la amparan desaparece el cuerpo

también desaparece una de las ballestas del amo

tres días más tarde

nadie se explica el encantamiento

nadie comprende el embrujo

el amo y sus hombres arrojan sus propias flechas algún acto de hechicería hace regresar a una de ellas

como un boomerang

la saeta disparada

a través de la arboleda al final del llano

emite un silbido.

los espíritus

—es la única explicación— lo contestan

logra incrustarse en la frente del malvado

Nadie sabe cómo



domingo, 5 de abril de 2015

El ermitaño

Se cuenta lo siguiente de un viejo anacoreta o ermitaño, es decir, una de esas personas que por amor a Dios se refugian en la soledad del desierto, del bosque o de las montañas para solamente dedicarse a la oración y a la penitencia.

Se quejaba muchas veces que tenía demasiado que hacer.

La gente no entendía cómo era posible que tuviera tanto trabajo en su retiro.

A lo que les contestó:

"Tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y someter a un león".

No vemos ningún animal cerca de la cueva donde vives. ¿Dónde están todos estos animales?

Entonces el ermitaño dio una explicación que todos comprendieron.

"Estos animales los llevamos dentro".

Los dos halcones, se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo.

Tengo que entrenarlos para que sólo se lancen sobre presas buenas:

SON MIS OJOS.

Las dos águilas con sus garras hieren y destrozan.

Tengo que entrenarlas para que sólo se pongan al servicio y ayuden sin herir:

SON MIS MANOS.

Y los conejos quieren ir adonde les plazca, huir de los demás y esquivar las situaciones difíciles.

Tengo que enseñarles a estar quietos aunque haya un sufrimiento, un problema o cualquier cosa que no me gusta:

SON MIS PIES.

Lo más difícil es vigilar la serpiente aunque se encuentra encerrada en una jaula de 32 varillas. Siempre está lista por morder y envenenar a los que la rodean apenas se abre la jaula, si no la vigilo de cerca, hace daño:

ES MI LENGUA.

El burro es muy obstinado, no quiere cumplir con su deber.

Pretende estar cansado y no quiere llevar su carga de cada día:

ES MI CUERPO.

Finalmente necesito domar al león, quiere ser el rey, quiere ser siempre el primero, es vanidoso y orgulloso:

ESE ES MI CORAZÓN.

Desconozco su autor