La magia de creer para ver

miércoles, 21 de agosto de 2013

Tres amigos

Dos soles rojos y siete lunas plateadas
iluminaban las tardecitas de mi pieza,
el desierto estático de mi ventana
se oxidaba lentamente contra las bardas,
y las negras cigüeñas patagónicas
iniciaban su danza nocturna.

Batman entra por la puerta
y me dice en tono enérgico
-¡vamos te necesitamos
Superman nos espera! -
y allá vamos los tres
a salvar el mundo una vez más.

Ni Alonso Quijano ni Ernesto Guevara
mis camaradas revolucionarios
fueron un millonario y un extraterrestre
y yo mutaba caóticamente:
Acuamán, Ringo, Cochís
Daniel Boone, Meteoro o Rojitas,
siempre hubo un traje brillante
donde enfundar mis delirios.
Ni molinos de viento enloquecidos ni generales asesinos,
cardos rusos rodantes y lagartijas histéricas
eran los enemigos más visibles.

Repentinamente, una sirena demasiado real
rompe el encanto,
debajo del cono del luz
un vaso de vino tinto, varios puchos retorcidos
medio rostro recalentado, la mano temblando
miro hacia abajo
y juego sobre la hoja con dos pelos
que no resistieron los avatares de la nostalgia.

Aldo Luis Novelli

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