La magia de creer para ver

sábado, 2 de febrero de 2013

Viejas plegarias atenienses

Gracias, dioses, por no habernos enseñado a soportar ser únicos,
por hacernos sensibles a las habladurías, por hacernos filósofos
y amantes del canto, por el vino y el ágora donde reconocemos
nuestra mutua libertad una vez adquirida. Gracias por dejarnos
coexistir con vosotros, sin ostentar derechos de primogenitura;
por impedirnos, a base de desgracias, estar por encima de vosotros,
incorporarnos a vuestra estatura, para así descubrir el terror
de ser, en cierta forma, superiores a vosotros, y tan elementales.
Gracias por vuestros dones, oráculos y leyes post-homéricas,
por ser motivos de bellísimas estatuas que, según algunos,
revivirán un día; por construir ciudades e incitarnos a ello,
por atar en un monte el ombligo de la tierra conocida, y aliviar
su hemorragia. Gracias por obligarnos a ser hombres,hijos
de mujeres madres de héroes, víctimas del hado y la soberbia,
descendientes del polvo y de la estirpe, unidos en lo inalienable
de nuestra autonomía contra los que quisieran usurparla,
contra los súbditos del Rey, laconios y tiranos, charlatanes
que acuden a sus bocas como avispas, por ver si finalmente
nos enjambran, o abonan con su hierro nuestro periclitado
patrimonio. Gracias por aceptar los sacrificios, por mantener
el pacto, mientras os deleitáis con la ambrosía, perseguís
a dríades, y os convertís en todo lo que existe en la otra cara
del fuego, todo lo que los seres tienen de imaginable, los contornos
de toda plenitud y decadencia, lo afrodisíaco del más acá
de su reverso. Gracias por limitar entre vosotros, por constelar
la noche, por darnos voluntad sobre la muerte y el exilio
de las genealogías, por sostener la mano en el áspero trance
de mezclar la cicuta a nuestros siervos, por abrirnos los labios
y las venas, por ser hospitalarios con el humo, y procurar la gloria
a quienes al morir cubren de oprobio nuestras instituciones


Abraham Gragera

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