La magia de creer para ver

sábado, 21 de febrero de 2015

No respiras solo

Cuando eras un feto
no podías respirar por ti mismo.
Entonces, tu madre respiraba por ti.

Su aliento era tu aliento.
Su sangre era tu sangre.
Su vida era la tuya.

Había un pequeño hueco en tu corazón
llamado 'agujero oval'.
Lo más probable es que se haya cerrado al nacer,
cuando tomaste tu primer aliento.

Gritaste. Gemiste.
Entraste en shock.
Te pusiste morado, tal vez.
Adolorido, hinchado, manchado de sangre, pequeño,
lloraste por tu existencia,
entristecido por la pérdida de un útero.

Estabas exhausto,
pero vivo.

Así fue cómo supiste, desde un principio,
que la vida no era todo felicidad y éxtasis.
Era dolor, también. Era pesadumbre.
Pérdida.
Pero que en la pesadumbre había belleza.
Y en la pérdida, amor.
Y esperanza. Y descubrimiento.

Amigo, a veces necesitas llorar,
y enfadarte, y gritar,
y armar todo un lío,
y olvidar el futuro, y los viejos mundos.

Y llegar a regocijarte en un solo aliento.
Y sentir el alegre latido de un divino corazón.

Y al día de hoy, sigues sin respirar solo.

- Jeff Foster



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