La magia de creer para ver

lunes, 1 de abril de 2013

150.000.000

150.000.000 es el nombre del artífice de este poema.
Su ritmo: la bala.
Su rima: el fuego saltando de un edificio a otro.
150.000.000 hablan por mi boca.
Esta edición fue impresa con la rotativa de los pasos,
en el papel vitela del adoquinado.

¿Hay quién pregunte a la luna?
¿Hay quién pretenda que el sol le rinda cuentas?
¿Quién se atrevería a afirmar: este es el autor
más genial de la tierra?

De igual modo
este poema
no tiene autor.
Su única idea es
brillar en el día naciente.
Ese mismo año,
en ese día y hora,
bajo tierra,
en la tierra
por el cielo
y aún más arriba
aparecieron estos
carteles,
octavillas,
afiches:

«A TODOS¡
¡A TODOS!
¡A TODOS!
¡A todos
los que ya no aguantan más!
¡Salid
y marchad juntos!»

(firmas):
La Venganza -maestro de ceremonias.
El Hambre -administrador.
La Bayoneta.
La Pistola.
La Bomba.
(tres
firmas:
los secretarios)

¡Vamos!
¡Vamos, vamos!
¡Ja, ja,
ja, ja, ja, ja,
ja, ja!
¡Se caen!
¡Eh, Juanón!
¡Mete billetes en la alpargata!
¡No vayas descalzo al mitin!
¡Adiós, Rusia del alma!
¡Se acabó el pobre!
¡Ya encontramos otra Rusia!
¡La internacional!
¡Vamos!
Sentado en sillón de oro
toma té con bizcochos.
Iré a verle,
furioso.
Iré a verle
tísico.
Iré a verle
y le diré:
«Wilson, oye
Woodrow,
¿quieres un cubo de mi sable?
Ya verás...»
Llegaremos hasta el mismísimo
hasta Lloyd George
Y le diremos:
«Oye,
Jorgito...»
-Hasta él no llegas.
Hasta él hay océanos.
Con esos
no puede
el jamelgo ruso
No importa.
Iremos a pata.
Despertaba a la llamada
de los bosques
Fieras y fierecillas segregaban fuerza.
Un lechón gruñía aplastado por un elefante.
Los cachorros formaban hileras de cachorros.
El grito humano es insoportable.
Pero la fiera
se exprimía el alma.
(Os traduciré el bramido de los animales,
si no conocéis la lengua animal):
«¡Escucha, Wilson,
bola de grasa!
Si la culpa es del hombre,
castígalo.
Nosotros
no hemos firmado el pacto de Versalles.
Las fieras, sí,
¿pero por qué debemos pasar hambre?
¡Que sufran ellos nuestro dolor animal!
¡Quién pudiera hartarse una vez más!
¡Vamos a las Indias, rebosantes de hierbas!
¡A las praderas americanas!»
¡Oh! ¡Oh-uh!
Ya no cabemos en la jaula-bloqueo.
¡Adelante, automóviles!
¡Al mitin, motocicletas!
¡Lo pequeño, a la derecha!
¡Ceded el paso a los camiones!
¡Los caminos se pusieron en fila india!
Escuchad loq ue dicen los caminos
¿Qué dicen!
«Nos asfixiamos de tanto viento y polvo,
retorciéndonos en los railes por estepas hambirentas.
Por dóciles kilómetros sin empedrar,
estamos hartos de arrastrarnos tras los presidiarios.
Queremos saturarnos de asfalto,
ceder bajo el peso del expreso.
¡levantáos!
¡Basta de dormir
carreteras mecidas por el polvo!
¡Vamoooos!»
¡Vamos a las minas!
¡A por pan!
¡A por el moreno!
Sembrado para nosotros.
Sin leña
sólo los tontos pueden andar.
¡Al mitin, locomotoras!
¡Locomotoras, al mitin!
¡Rápiiiido!
¡Rápidorápido!
¡Eh,
regiones,
levad anclas!
Tras Tula, Astrakán,
una mole tras otra,
inmóviles
desde Adán,
arrancaron
y avanzan
sobre otras, con ruido de ciudades.
Llevando por delante la oscuridad rezagada,
tropezando con las frentes de los faroles,
iban al mitin legiones de luz,
con las zancadas de postes eléctricos.
Y por encima
conciliando el agua y el fuego,
pudriñendose de ahogados, fluían los mares.
«¡Paso a las olas del Caspio!»
¡No volveremos a Rusia!
No en el flaco Bakú.
en las playas de la jubilosa Niza
brincaremos con la ola mediterránea.»
Y, por fin,
tras el trueno
de correr y trotar,
respirando a pleno pulmón,
en borbotones de nubes salieron por los agujeros
los aires ya tormentosos de Rusia.
¡Vamo-o-o-s!
¡Vamosvamos!
¡Y todos
los ciento cincuenta millones de gentes,
billones de peces,
trillones de insectos
animales salvajes,
animales domésticos,
centenares de regiones,
con todo lo que hay construido,
lo que vive en ellas,
todo lo movible,
inamovible,
lo que apenas se movía,
reptando,
arrastrándose,
nadando.
Marcho en avalancha
¡en avalancha!
Y retumbaba el sitio
donde estuvo Rusia.
Lo importante
no es comerciar con sacarina,
¡El corazón quiere ser campana que doble!
Hoy
al paraíso
lanzaremos a Rusia
más allá de los irisados pozos del crepúsculo.
¡Ja, ja,
ja, ja, ja, ja,
ja, ja!
¡Vamosvamos!
¡A través de la guardia blanca de las nieves!
¿Por qué las regiones sacan sus carnosidades
de los límites que por siglos les fijaron las autoridades?
¿Por qué aguzan el oído de los cielos?
¿A quién atalaya el horizonte?

Por eso
hoy
ls ojos del mundo entero
están puestos en nosotros
y todos los oídos alertas
captan el más mínimo
sonido nuestro
Para ver esto
Para escuchar estas palabras:
esto es la voluntad de la revolución,
lanzada mñas allá de sus últimos límites
esto
es un mitin
armazones de máquinas,
gentes, y cuerpos de animales,
esto
son manos
patas
pinzas
bielas
levantadas
aun donde el aire enrarecio
prometiendo una misma cosa al unísono.
Olvidad
a los poetas
que lanzan aullidos celestiales,
olvidadlos,
escuchad esta canción:
«Vinimos a través de ciudades,
nos abrimos paso en la tundra
pisamos fango y charcos.
Vinimos millones
millones de obreros,
millones de trabajadores y empleados.
Vinimos de las casas,
escapamos de los almacenes,
de las callejuelas alumbradas
por los incendios.
Venimos millones,
millones de objetos,
destrozados,
rotos,
arruinados.
Bajamos de las montañas
reptamos por bosques
y campos de cebada agostados por los años.
Vinimos, millones,
millones de ganado,
cerriles,
embrutecidos,
hambrientos.
Vinimos
millones
de impíos,
paganos
y ateos
con la frente,
el hierro oxidado,
el campo
Recemos todos
a Dios, con fervosr.
¡Aparece,
no de un mullido tálamo estelar,
Dios de hierro,
Dios de fiego
Dios, ni Marte,
ni Neptuno, ni Vegas,
Dios de la carne,
¡Dios-Hombre!
Baja de las estrellas que brillan en las arenas,
liberado de las alturas,
terrestre,
¡sal,
aparece
entre nosotros!
No el que
«estás en los cielos».
Hoy
a la vista de todos
obraremos milagros,
nuestros propios milagros.
Nos encabritamos
si en tu nombre
hay que batallar
en medio del humo
en el fragor del turno.
Nuestras hazañas
serán más difíciles que las del Creador
que llenaba
de cosas el vacío.
No sólo tenemos que construir
con imaginación nueva,
sino también dinamitar lo viejo.
¡Sed, danos de beber!
¡Hambre, aliméntanos!
Ya es hora
de llevar
el cuerpo al combate.
¡Más tupida
sea la descarga
contra los cobardes!
¡Contra el montón,
fuego de metralla!

¡Que todo venga
del mismísimo fondo del alma!
¡A fuego,
a llama,
a hierro,
a luz,
abrasa,
quema,
corta,
destruye!

Nuestras piernas
son abanicos que aventan la polvareda.
Nuestras aletas son naves
Nuestras alas son aeroplanos.
¡Caminar!
¡Volar!
¡Cruzar!
¡Rodar!
haciendo inventario del mundo entero.
Si esa cosa es útil,
bien,
sirve.
Si es inútil,
¡al diablo!
Una cruz negra.
¡Acabaremos contigo,
mundo romántico!
Basta de fe
en el alma,
¡electricidad,
vapor!
¡Basta de mendigos!
¡Embolsad las riquezas de todos los mundos!
¡Matad cuanto es viejo!
¡De los cráneos haced ceniceros!
Arrasadas
las antiguallas,
un mito nuevo
se impondrá en el mundo.
Romperemos con el pie
la barrera del tiempo
Miles de arcoiris
colorearán el cielo.

En un mundo nuevo se abrirán
las rosas y los sueños ensuciados por las rimas.
Todo estará hecho
para el placer
de los niños grandes que somos.
Inventaremos
rosas nuevas,
rosas de capitales con pétalos de plazas.
Vosotros,
los marcados con el estigma del suplicio,
ved al verdugo de hoy.
Y sabréis
que los hombres
pueden ser cariñosos,
con el amor
que la estrella trepa por un rayo.
Nuestra alma
será
confluencia de los Volga de amor.
Todo el que las aguas traigan
-tú o cualquier otro-
será bañado por una mirada luminosa.
Por las arterias más finas
boaremos
las naves faéricas de los hallazgos poéticos.
Y tal como lo escribimos
el mundo será
el miércoles
y ayer
y hoy
y mañana
y siempre,
por los siglos de los siglos.
Por el verano secular,
lucha,
canta:
«En la batalla final»
¡Coreemos un himno común!
¡Más de un millón!
¡Multipliquémonos por cien!
¡Vamos, por las calles!
¡A los tejados!
¡Tras los soles!
¡En los mundos!
¡Gimnastas de la palabra!
Y Rusia
ya no es un pordiosero
no es un montón de escombros,
no es ceniza de casas
Rusia
Rusia entera
es un solo Iván
sus brazos
son
el Neva
y sus pies las estepas del Caspio.


Vladimir Maiakovski

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