En Cavalo Morto, las muchachas acostumbran a salir de paseo con los soldados. Y luego a quererse.
Sucede entonces algo
inverosímil: después de hacer el amor, bordan en las nubes, con un
alfabeto azul y blanco, el nombre de los enamorados: José Antônio,
Manuel, Joâo.
Las muchachas vuelven más
jóvenes de esos amores entre la maleza. Regresan intrépidas, excitadas
por el filtro de la luna. Y para ellas no hay ya exigencias, cobardías,
acontecimientos. Sólo existen los soldados del batallón.
En agosto, enero, igual
septiembre, las muchachas aman en Cavalo Morto. Pasan abrazadas a sus
enamorados y dejan en la arena del camino algo como un rastro de espuma o
velo. Los soldados no saben hacer sonetos, ¡pero cómo aman!
De noche, Cavalo Morto nunca
está despoblado. Y si pasas un día por allí y oyes voces, risas y
gemidos de amor, no te asustes por miedo a los fantasmas. Son las
muchachas amándose con los soldados de Cavalo Morto.
Lêdo Ivo
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