Llora rocío su triste primavera,
helando fuentes de amarga hiel;
tempestad exhala del otoño caído,
gime la tierra con su aliento pétreo.
Ardor con tibieza desatado,
que esculpe los astros en sangre;
mar embravecido por la pena,
ungida de laborioso crepúsculo.
¿Por qué esperar la caída?
Mientras se disipa su mundo perece,
y nadie llorará ya por el recuerdo.
¿Por quién sentir la melancolía?
Si la memoria pervive en el océano,
naufragaré hasta hallar paraísos perdidos.
Daniel Puche Díaz
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