La magia de creer para ver

domingo, 18 de octubre de 2015

LA EJECUTIVA QUE APRENDIÓ A MEDITAR CAP. 1

Cuento extraído del libro “El hombre que se atrevió a soñar”, 20 cuentos de motivación y liderazgo, de Javier Carril. Ed. Rasche, 2014. 

Laura era lo que en muchas revistas femeninas denominan “superwoman”. Una mujer que podía con todo. Consejera delegada de una empresa de cosméticos y perfumes de alta gama, estaba casada y era madre de dos hijos, muy deportista y de fuerte carácter. Organizaba múltiples actividades sociales con amigos y compañeros del trabajo, desde cenas con sus ex compañeros de la Universidad hasta excursiones a la montaña para hacer equipo con su Comité de Dirección, pasando por campeonatos de padel o de golf en el club deportivo donde era socia. Era la mujer perfecta, al menos en apariencia. Descargar los números anteriores 8 n día, mientras devoraba un sándwich en su despacho, leyó un artículo que le envió una amiga, y que llamó su atención. Comentaba que la meditación era una forma eficaz de reducir el estrés, de conseguir paz interior, así como de ganar foco y claridad mental en la vida diaria. Laura era escéptica ante técnicas que relacionaba con las religiones o la espiritualidad, pero confiaba en la intuición de su amiga y decidió indagar un poco más. En el artículo se mostraba la dirección de email del autor del artículo, Salvador de Almas. Menudo nombre, pensó Laura. Seguramente era falso, un nombre marketiniano para llamar la atención. Debajo de su nombre, leyó que era experto en meditación y mindfulness. Laura inmediatamente buscó en Google la palabra mindfulness, cuyo significado era “atención plena”, y encontró miles de páginas relacionadas. Sorprendida, comenzó a leer artículos y referencias de cientos de estudios científicos que demostraban su enorme eficacia para gestionar el estrés, manejar mejor el dolor cró- nico e incluso potenciar el rendimiento personal. También leyó que los neurocientíficos habían estudiado el cerebro de individuos que practicaban mindfulness, con unos resultados espectaculares. Después de leer varios artículos y reseñas sobre la meditación y el mindfulness, decidió escribir un mensaje al tal Salvador de Almas. Tardó unos veinte segundos, y continuó con su apretada agenda. Por la tarde recibió la contestación. De forma escueta pero amable, Salvador de Almas la invitaba a visitarle en el centro de meditación que dirigía. Laura, como de costumbre, tenía la agenda completamente desbordada, pero decidió cancelar ese día el gimnasio. Laura llegó sobre las ocho y media de la tarde al centro de meditación. Era noche cerrada, y no había nadie, las clases habían terminado a esa hora. Salvador de Almas la recibió en el hall con una sonrisa cálida. Era un hombre de un aspecto muy vital y alegre, que contrastaba con la serenidad que transmitía con cada gesto, con cada movimiento, con su tono de voz pausado. Laura sintió que aquel hombre le transmitía tranquilidad, y eso le gustó. La conversación resultó muy interesante para Laura. Salvador le explicó que el mindfulness era una recopilación de técnicas que provenían de las tradiciones espirituales orientales, como la meditación zen o el yoga. Le confirmó que la palabra mindfulness significaba “atención plena”, y en concreto atención plena al momento presente, al aquí y ahora. Laura escuchaba intrigada y fascinada todo lo que contaba Salvador. Le habló también de los estudios y las investigaciones científicas que demostraban los efectos de la meditación, y que muchos ejecutivos de todo el mundo que meditaban de forma regular habían declarado abiertamente que se había convertido en una práctica fundamental para su vida y su trabajo. Laura quiso saber qué tenía que hacer ella para aprender a meditar. Salvador contestó que se podía apuntar a un grupo de meditación que practicaba todos los días de siete a ocho de la tarde, dirigido por él mismo. A Laura le pareció imposible dedicar tanto tiempo a esta nueva actividad, ya tenía demasiadas en su agenda diaria. Salvador, al percibir su reticencia, le preguntó si quería probar allí mismo, en ese instante. Al cabo de unos minutos, Salvador daba instrucciones a Laura con voz suave y relajante. Siéntate con la espalda recta, con los pies bien asentados en el suelo, y con las manos apoyadas en tus muslos, ni muy relajada ni muy tensa. Bien. Ahora cierra los ojos. Durante un minuto toma conciencia de cómo estás en este momento. ¿Qué pensamientos te llegan? ¿Cómo te sientes en este momento? Laura pensaba en los problemas que había tenido ese día en el trabajo, en una reunión difícil que tenía que afrontar al día siguiente, y también llegaron pensamientos tristes sobre sus hijos, y sobre su marido. Sintió melancolía, e impotencia. No estaba segura de que le gustara esto de la meditación. Mientras, Salvador continuó: Ahora toma conciencia de cómo está acomodado tu cuerpo en la silla, y de todas las sensaciones corporales que aparezcan en cualquier parte de tu cuerpo, incluyendo cualquier incomodidad o tensión en la espalda, en el cuello, en los hombros, en la cabeza… Laura sintió un dolor intenso en la parte superior de la espalda, y también rigidez en el cuello. Durante todo el día no había notado nada, y sin embargo ahora el dolor era insoportable. ¿Cómo era posible? Sus pensamientos se acumulaban sin descanso en su atolondrada mente, que era como una lavadora centrifugando a toda velocidad. Esto provocaba en Laura mayor tensión y estrés. Comenzaba a arrepentirse de haber visitado a aquel hombre. A continuación, y durante el próximo minuto, vas a reducir tu atención y tu conciencia a las sensaciones producidas por la respiración, sólo tu respiración. Tal vez el aire entrando y saliendo por las fosas nasales, quizá notes el cambio de temperatura cuando entra y cuando sale el aire. O puedes poner toda tu atención a tu abdomen, dilatando y contrayéndose a medida que inspiras y espiras. Muy bien… Toda tu atención puesta en tu abdomen moviéndose, observando tu respiración como si fuera la primera vez que respiras, como si fuera la primera vez que descubres tu respiración… ¡Laura estaba muy atenta a las instrucciones de Salvador. Su autoexigencia le había ayudado a retirar sus pensamientos y emociones negativas de un minuto atrás. Ahora sentía su abdomen hincharse lentamente cuando inspiraba el aire por la nariz, para después, tras una pausa de un segundo, soltarlo y relajar el vientre. Una y otra vez, momento tras momento, notaba su tripa aumentar y disminuir, unas veces ligeramente más lento, otras veces con más intensidad, percibiendo las ligeras variaciones de su respiración. El tiempo se paró, el mundo dejó de existir, sólo estaban Laura y su respiración, Laura y su respiración, una y otra vez. Ahora también notaba los latidos de su corazón, muy sutiles, pero muy presentes. La respiración llevaba su ritmo, los latidos llevaban su ritmo, y Laura observando todo, con atención, aquí y ahora. Ya no escuchaba la dulce voz de Salvador, sólo silencio. Un silencio profundo y eterno. Entonces, la voz de Salvador emergió de las profundidades para sugerirle que abriera los ojos, lentamente. Laura, a los pocos segundos, abrió los ojos. Parecía que venía de otro mundo, que había realizado un viaje en el tiempo a algún planeta lejano. Sonrió levemente, sin hablar. Tampoco dijo nada Salvador. Pasaron unos treinta segundos más de silencio eterno. Laura pudo reaccionar y comenzó a hablar. Me siento muy bien, muy relajada, y al mismo tiempo con energía renovada. ¿Cuánto ha durado el ejercicio? Tan sólo cuatro minutos –respondió Salvador. Me ha parecido que habíamos estado mucho más. ¿Qué has experimentado? Al principio muy mal, me ha resultado muy estresante porque me venían pensamientos y pensamientos agobiantes, de lo que me ha sucedido hoy, de lo que voy a tener que enfrentar mañana, de mis problemas actuales, y me ha parecido muy deprimente-. Laura hizo una pausa, mientras revisaba sus sentimientos. Al cabo de unos segundos, continuó.-¡Es increíble! He sido consciente de que mi vida es un desastre. Y yo que pensaba que era una triunfadora…Dios, no sé si quiero volver a sentir eso. Salvador permaneció en silencio cuando Laura dejó de hablar. Sabía de la importancia del silencio para que el otro pudiera explayarse y decir todo lo que tuviera dentro. Efectivamente, Laura estaba procesando la experiencia, y al cabo de unos segundos, siguió hablando: También me parece increíble que me he dado cuenta de lo mal que tengo la espalda en este momento. Debo de tener varias contracturas aquí y allí, y durante el día ni me doy cuenta, o quizá sí, pero no quiero darme cuenta y sigo corriendo a todas partes. Sin embargo, ha habido un momento muy largo, al menos a mí me ha resultado infinito, en que he desconectado de todo, y he puesto toda mi atención a la respiración, tal y como me has indicado, como si fuera lo más importante del mundo en este instante. Y ahí he sentido algo muy raro, como si conectara con otra dimensión. Lo cierto es que ahora me siento fantásticamente bien. Me siento con mucha energía y frescura. ¿Todo esto es normal? Sí, Laura. Es normal todo lo que has experimentado. Te felicito, lo has hecho fenomenal. ¡Vaya, gracias! ¿Y esto es meditar? Pues sí. Esto es meditar. Has desconectado del piloto automático en el que has estado todo el día, y has sido muy consciente de ti misma, de tu cuerpo, de tus sensaciones, de tus emociones. Eso es mindfulness. Interesante. Laura agradeció a Salvador de Almas el tiempo que le había dedicado y prometió pensar si se apuntaba al grupo de meditación. Durante el camino, conduciendo, fue revisando lo que había experimentado. Se sentía más consciente, quizá también más sensible. En la radio escuchó la canción “Riot Act” de Elvis Costello, que le traía algunos recuerdos lejanos, y una profunda tristeza invadió su corazón. Las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos, lentamente, como las gotas de una ventana empapada que se deciden a emprender un viaje a lo desconocido descendiendo por el cristal, hasta que se funden con el resto de gotas y desaparecen. Laura no comprendía sus reacciones, tampoco podía controlarlas, pero sentía que algo se estaba limpiando en su interior. Mientras seguía llorando, avanzaba en plena noche a toda velocidad con su automóvil por una gran avenida, y se sentía más libre. Cantó con todas sus fuerzas la canción de Elvis Costello, y conectó con una fuerza interior desconocida para ella hasta entonces. Una mezcla de sensaciones contradictorias emergieron a su consciencia. Lloraba y reía, estaba triste y feliz al mismo tiempo, vencida y vencedora, vulnerable y fuerte a la vez. Definitivamente, tenía que seguir indagando dentro de sí misma, esto era demasiado como para abandonarlo. Así que cuando llegó a casa, tomó la decisión de inscribirse al grupo de meditación de Salvador de Almas.

Continuará en el próximo número…


Revista "Conversaciones de coaching", nº 4

1 comentario:

  1. Belfort compró un yate de lujo que fue construido originalmente en 1961 para la famosa diseñadora de moda y empresaria francesa, Coco Chanel, fundadora de la marca âChanelâ. https://logios.biz/nadine-caridi-biografia-hechos-familia-del-modelo-anterior-y-de-la-socialite/

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