La magia de creer para ver

lunes, 25 de marzo de 2013

Carnicería

Carnicería

Sangra la carne expuesta entre las moscas
Dentro de las vitrinas
Muestran los cerdos sonrisas
Estremecidos hasta el miedo
Y sus ojos son difíciles al ojo
Entro a los olores saturada
Y extiendo el dinero al del cuchillo
Tres monedas mojadas me devuelven sus uñas
Me llevo una cabeza para reconstruir
La oreja, el hocico, la sonrisa.

De No tú sino la piedra. Ed. El Tucán de Virginia, México 1999.


Güera Miss Clairol

En la tienda, la caja ronronea,
libera el cuerpo aquello que le falta:
feromonas y rosa adrenalina,
sonrisas de sustancias incoloras.
Es el nuevo color en los cabellos,
obligados al rizo, sometidos al rayo,
lejos del lacio oscuro que señala
el emblema más pobre. La industriosa
bondad de lo exitoso, ese blanco
compacto en las mejillas, sobre aquellas
facciones de vencidos ahora alegres,

maquillado su miedo y su fracaso,
cuya imagen por fin ya palidece,
del espejo del mundo eliminada.


Limbo

Todos se detuvieron.
No llevaban la sombra colgándoles del cuerpo
y no me decían nada.
Yo les hacía hablar como a espejos de carne.
Algunos me imitaban o contaban mi historia.
A todos conocía,
a unos desde siempre,
a otros no los había visto nunca.
En uno distinguí el color de mis ojos y mi pelo,
en otra la sonrisa de mi rostro, mis mejillas y dientes.
Alguien en un momento,
repitió lo que escribo,
leyó mis pensamientos en voz alta.
Después, todos rieron.

De Anábasis Maqueta. Ed. Diamantina, México 2004.


Carla Faesler‏

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