La magia de creer para ver

lunes, 25 de marzo de 2013

Notas de verano sobre ficciones de invierno

Tempo

Que el tiempo es otra cosa: luz, origen, entrañas,
distancia, error a manos llenas, humedad en el pasto
que te escuchaba, historia que precede a las raíces.
Que el tiempo, volcán palpitante, no tiene palabras
ni frutos, túneles a veces con sabor a danza; pero nada,
nada exacto en su justicia, ni edad ni noche escritas
en su frente indígena. Nada: cuerpo aliado a las costumbres.


Descripción de la duda

En el aire fenecen las gotas
de la última tormenta,
como dudas inermes, golpeadas a propósito;
desde la orilla
disimulas tu suerte de hombre solo ante la cerradura.
Sobre el perchero la humedad del tiempo juega con tu cabello.


Diálogo primero al amanecer


Entró en el bar con la mirada esquiva,
dormida sobre la solapa de su chaqueta.
Pidió una copa,
y regresó hacia el gesto primero del recuerdo.
No se le oye respirar,
se encoge en cada sorbo
como si le fuese la palabra en ello.
El peso de un silencio no dicho,
no llegado, furtivo entre las manos,
le hace insoportable la luz, la noche
y el sueño se hace pesado,
se carga de saliva errante,
de tactos secos y hermosos.
No hay amanecer sobre la faz de la tierra
capaz de describir tu sombra,
capaz de decir: tú eres. Entró en el bar,
ya tarde, como quien celebra el fin sobre todas las cosas.

De Epílogo Ante la tumba de W. S.


Idea primera

Y si despacio las hojas, creciendo de la idea,
del tiempo en el crujir de la tierra
llegaran a ser tu voz
o tu cuerpo envenenado.
Llamas a la tarde Cuerpo, tan cuerpo
como la letra, ida, vuelta hacia su memoria
inacabada, piel de serpiente que hace la idea
sombra pura, quieta como fuente,
historia que envejece como mundo,
lenta rueda encendida
por encima de la niebla.
Yo cuelgo una huella en tu frente,
pero nada –nadie—responde a tu llama, a tu origen,
al filo de tu canto nevado.


Notas de verano sobre ficciones de invierno

Alberto Santamaría

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